¿Y si no deseo volver a la presencialidad, qué?

Uno de los grandes problemas que se han presentado después de dos años de pandemia ha sido el deseo de no volver a la presencialidad. Existe un grupo significativo de personas que ha encontrado mucha comodidad en el trabajo online, situación que le ha generado bastante satisfacción desde el punto de vista del tiempo que dedica a la familia y a sus otras ocupaciones.

Como siempre, hay trabajos que ameritan de forma estricta la presencialidad, especialmente si involucran supervisión y mantenimiento. Pero hay otros que sí pueden funcionar con soltura gracias a un desempeño semipresencial o directamente virtual, por lo que no es innecesario estar 6 u 8 horas al día en una oficina.

¿Cómo negociar?

Generalmente, las decisiones de presencialidad o no presencialidad dependen de criterios epidemiológicos, pero si son a largo plazo, se refieren más concretamente a decisiones de rentabilidad. Es por eso que hay que hablar con los jefes económicos del proyecto y plantear con seguridad la viabilidad si se mantiene la virtualidad.

Querer quedarse trabajando de forma virtual está bien y es muy aceptable, pero no siempre se puede. Sin embargo, eso no quiere decir que no deba haber flexibilidad en la jornada. Es muy distinto ir una vez a la semana a una reunión presencial que estar todos los días con un horario estricto en el que se trabaja poco. La rentabilidad falla y las compañías tienen que hacer estudios sobre rentas y no sobre tradición en horarios.

Simplemente, es necesario que los trabajadores que deseen la virtualidad se reúnan con el cuerpo que toma las decisiones y planteen sus argumentos. Si es conveniente para el proyecto, será conveniente para todos.

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